Si alguien alguna vez alguien le hubiese preguntado a la mujer de abrigo violeta porque miraba tanto el cielo ese nublado día de octubre, ella le hubiese respondido que era porque quería ver si su ángel pasaba a saludarla o no.
Obviamente nadie lo hizo.
Por unos instantes, como si fuera un pecado hacerlo, la mujer bajó la vista para observar la situación de su alrededor. Los hombres y mujeres de trajes oscuros, los celulares que sonaban por doquier, los niños que jugaban y corrían de un lado a otro, las hojas doradas y rojizas que caían de los árboles. Todo eso le recordó ese majestuoso atardecer hace cinco años atrás, cuando el cielo se tiñó de gris como nunca antes, donde la oscuridad de la noche iluminó el día, cuando la muerte y la vida se tomaron de la mano, donde el tiempo quedó suspendido en un hilo. Le recordó ese día cuando, después de milenios, el mundo por fin se detuvo.
sábado, 21 de noviembre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario